El ruido viene del mundo que protesta por la española fiesta de los toros, pero no es esa reivindicación “abolicionista” más que un mascarón de proa de todo un buque mucho más largo, profundo y complejo de lo que pareciera a simple vista, y que esconde esa furia animalista que pone en duda lo humano.
Manifestaciones bárbaras, salvajes e inhumanas -préstese atención a este adjetivo, inhumanas…-, como las vertidas la pasada semana por los antitaurinos sobre un niño con cáncer que quiere llegar a ser torero –aquí– o las de meses atrás en las que celebraban la muerte del matador de toros Víctor Barrio –aquí– o muchas otras agresiones incluso físicas a lo largo de la temporada taurina –aquí– nos hablan de una real situación digna de pensarse.
Y es que todas esas formas de violencia animalista, verbal o física, lo que denota es la comprensión profunda por parte del animalismo, no ya de haber igualado la vida animal a la humana, sino la de anteponerla. Eso está a un paso del terrorismo animalista como ya en otros países de nuestro mundo se da con el Frente de Liberación Animal. Han deshumanizado a los humanos para suprahumanizar a los animales.
No es ya que defiendan unos supuestos derechos de los animales –que no sé cómo se sustentan…y eso que me es conocido el trabajo de Peter Singer, gurú del animalismo, que es capaz de criticar la alimentación con carne y a la vez defender no ya el aborto, sino hasta el infanticidio…-, ya digo, no es que los animalistas defiendan unos supuestos e infundados derechos animales, sino que los anteponen a los de los seres humanos. Todo el veganismo como corriente ideológica, el animalismo como postura exacerbada, el eco-terrorismo al final, no pueden encontrarse más que ante la diatriba de si los animales son como los seres humanos o no lo son. Y su posición es que sí, de donde, cuando entran en conflicto los derechos de ambos, el posicionamiento es a favor de los derechos de los animales, por lo que terminan colocándolos por encima de las personas.
Nace sin duda esta posición que reconoce a los animales al mismo grado y nivel que los seres humanos, como una proyección emotiva de los propios humanos, es decir, fruto de proyectar los seres humanos sus propias comprensiones, emociones, sentimientos, sobre los animales, de “humanizar” a los animales reconociéndoles capacidades o potencialidades humanas a seres no humanos, en el mismo grado que “deshumanizan” a los humanos que no comparten su credo animalista.
La contradicción parece evidente en sí misma, pues fundamenta esa supuesta dignidad animal desde la dignidad humana –que ellos se arrogan el poder de reconocer o negar…-, buscando una extraña “liberación” animal, lo hacen desde la comprensión humana… Se me dirá que el humano no tiene otro modo de hacerlo, y esa es la obviedad y la falla argumental, que en el propio reconocer una “dignidad” animal, se hace desde lo humano, reconociendo que hay una diferencia entre el ser humano y los animales… que es justamente lo que los animalistas niegan.
No se me vaya a confundir este posicionamiento contra la deriva emotivista e ilógica del animalismo, con una supuesta justificación de crueldades con los animales. Nada más lejos de mi intención. Y he aquí el quid de esa deriva del animalismo radical. Por tratar de evitar crueldades con los animales, han caído en tratar de fundamentar su crítica al maltrato animal, con la igualdad con los humanos. Que sea claro que los animales no son como los humanos, y por tanto no pueden tener los mismos derechos, el mismo reconocimiento, la misma dignidad, no quiere decir que se les pueda tratar sin consideración o sin cuidado, que todo valga en la forma de tratarlos.